Esta es la versión del antiquísimo canto de Garialdur recitada por Dukel, el joven músico itinerante de las provincias, inspirada en una dama desconocida, de una época olvidada...
[Imagen: Enrique Meseguer, Pixabay]

Triste observa la bella
aquel frío amanecer
sintiendo que su llanto
ya no puede contener.
Hasta la más alta torre
sus pasos la han llevado
como otras tantas mañanas
a la espera de su amado.

“Mi valiente y añorado:
muchos meses me has faltado
y el tormento de un mal sueño
esta noche me ha turbado.
El acero de un soldado
en tu pecho se clavaba,
de tu roto corazón
la roja sangre escapaba,
de tu cuerpo malogrado
fugábase la energía
y el recuerdo de mi amor
tu alma despedía.
Ya mis besos y cuidados
de nadie más serían,
sola quedaba yo,
grises por siempre mis días”.

Oyendo a la dama llorar
y con aire marrullero
pósase un cuervo en la almena
y le habla, zalamero:

“¡Tu llanto detén al punto!
Tus lágrimas seca, señora,
que nuevas traigo de lejos
de aquel a quien tanto añoras.
Consuélate, pues tu amado
de vuelta pronto estará,
y entre cálidos abrazos,
un juramento te hará:
tras presentes, besos y risas,
y relatos de conquistas,
promesa solemne te hará,
y darán fe los cronistas,
que el tiempo de guerra ha pasado
y el de paz os llega al fin,
que queda por fin a tu lado
para nunca más partir,
que el amor fuerza le ha dado
y ese amor le trae a ti,
llega indemne, sano y salvo,
se acabó ya tu sufrir”.

Tornando el llanto en desprecio
así la dama le habló:

“Negra adivino tu alma,
negra veo tu intención.
De todos es conocido,
desde niña lo sé yo,
que nunca, en boca de un cuervo,
nadie justicia encontró.
De besos y risas me hablas,
y de amor, y de ilusión,
y de un nuevo alba brillante
cálido cual nadie soñó.
Mas yo sé que es deleite
para ti mi aflicción.
Con gozo alimentas mis sueños
y reirás con mi dolor.
y puedo por ello ya ver
que se inclina la balanza,
que, lejos, mi amado muere,
que un terrible fin le alcanza.
Su muerte mi alma desgarra,
muere en mí la esperanza,
mas alto puedo anunciar
que vana ha sido tu chanza.
Que a nadie engañar alcanzas:
son claras tus malas artes.
Tus burlas son pobres lanzas,
¡y así de mi vista te apartes!”

El cuervo sobre la almena
al punto agitó sus alas
y fuerte graznó, enfurecido,
contra la bella dama:

“Garialdur, ruin humana,
Garialdur arruine tu alma,
quien recibe tanta ofensa
justa venganza se gana.
Y así has de saber, mi dama,
que tu sueño cierto es:
al valiente caballero
ya nunca más lo veréis.
Caído ha en la batalla
abatido por la espada,
rota su cota de malla
apágase su mirada.
Tu nombre llamaron sus labios
usando su último aliento,
llorando por no verte más:
ese fue su tormento.
¿Verás el día acabar
llorando por tu guerrero,
o sin alas volarás
para unirte al caballero?
La vida sin él, te preguntas,
¿podrás tú soportar?
O acaso te espere en el cielo,
¡vayámosle a buscar!”

Señores, llorad conmigo.
Señoras, llorad mi pena,
recordando el triste alba
y aquellas altas almenas
que vieron partir con dolor
a tan torturada bella.
Mas sea fiel la memoria
y tened siempre presente
que nunca murió el amor
de la dama y el valiente,
pues no pueden dañarlo el dolor,
ni la ofensa, ni la muerte.
Vuela orgulloso el amor
Vuela incansable por siempre.